INONGO-VI-MAKOMÈ, (2018), LA NIÑA QUE CURÓ EL RACISMO


Inongo-vi-Makomè nació en 1948 en Lobé-Kribi, un pueblecito del sur de Camerún al borde del océano Atlántico. Vivió allí los primeros años de su vida hasta que se trasladó a Guinea Ecuatorial donde estudió bachillerato. Tras acabarlo, decidió mudarse a España para comenzar la universidad. Y fue entonces, en Alicante, donde descubrió su verdadera vocación: la escritura. Muchos le llaman escritor y dramaturgo pero el prefiere definirse como “cuentista africano que escribe en español”. Actualmente reside en Barcelona, donde compagina su producción literaria con la participación en proyectos de promoción de la cultura africana y seminarios sobre África y la diáspora.
Su producción literaria ha sido siempre creada aquí en España y, sin embargo, todas sus obras hacen referencia y te trasladan al continente africano. Inongo-vi-Makomè transmite la herencia de la oralidad a cada una de sus obras, pero siempre con la mente puesta en su tierra de origen.
¿Por qué escribe en español? Ésta es una pregunta recurrente a la que muchos escritores africanos tienen que responder. Sabemos que existe un largo debate al respecto y corrientes opuestas: están quienes defienden su derecho a escribir en una lengua europea y aquellos que ven en su figura de escritor la obligación de comunicarse con su pueblo y, por ende, utilizar su lengua nativa. Inongo-vi-Makomè no escribe en su lengua nativa pero tampoco lo hace en francés, el idioma colonizador y adquirido desde pequeño que se habla en el sur de su país de nacimiento, sino que lo hace en español, una lengua que aprendió cuando era un adolescente. Reconoce que le resultaría más sencillo hacerlo en su idioma nativo o incluso en francés, pero dice hacerlo en español por la necesidad de comunicarse con la sociedad en la que vive.
¿Y por qué cuentista? Incluso a una novela, Inongo-vi-Makomè lo llama “cuento largo”. En la cultura africana, la oralidad es una tradición con un peso muy importante que precede a la literatura escrita, la cual comenzó siendo un privilegio de clase y, además, un privilegio masculino. El arte de narrar es parte de la vida misma y todos los miembros de la comunidad están integrados en ella. Esto quiere decir que todos pueden ser narradores, algo que cambia con la escritura. Hoy en día, la literatura escrita está ganándole terreno a la cultura de la oralidad en muchas partes del continente; sin embargo, son muchos los que como Inongo-vi-Makomè  reivindican este rico patrimonio cultural y lo mezclan con la literatura escrita porque, según él, no se trata de dos elementos que no puedan convivir. Inongo-vi-Makomè, en una entrevista en Wiriko, la revista digital sobre cultura africana, dice así: « la oralidad no es solo tradición, sino la cultura de un pueblo. Su conservación debe ser obligada. No todo lo nuevo debe anular necesariamente lo antiguo, sobre todo si lo antiguo es algo de grandes raíces profundas como la cultura oral y ha servido siempre como una especie de “muro de contención” para los que nacieron con ella. Creo que lo que debe ser o hacerse, es mestizar ambas culturas. Ninguna de ellas molesta o estorba a la otra.»
Amadou Hampâté Bâ, defensor de la tradición oral, dijo la célebre frase que muchos de vosotros ya conoceréis: “En África, cuando un anciano muere, una biblioteca arde, toda una biblioteca desaparece, sin necesidad de que las llamas acaben con el papel.” Este gran sabio y escritor maliense también decía: “una cosa es la escritura y otra es el saber. La escritura es la fotografía del saber, pero no es el saber. El saber es una luz que está en el hombre…Es la herencia de todo aquello que nuestros antepasados han podido conocer y que nos han transmitido, así como el baobab está contenido en potencia en la semilla.” Así, Inongo-vi-Makomè  escribe sobre sus raíces y aunque se haya casado con el español es sus escritos, sus creaciones “mulatas” como él dice, siempre siempre estarán con la mirada y la cabeza en su continente de origen: África.
El camerunense dice que existen dos tipos de migraciones: la voluntaria y la involuntaria, así en la primera la persona que migra se lleva todo lo que es; sin embargo, en la segunda, el individuo se lleva muchas veces su cuerpo únicamente, mientras que su mente, sentimiento y todo lo demás permanecen a la espera en su tierra de origen. El dice ser del segundo tipo de migrantes.
La niña que curó el racismo es un cuento que plasma uno de los problemas que se ha planteado siempre el autor: “¿El problema del racista es suyo o mío? ¿Por qué tengo que consentir o aguantar que el problema que crea otro, porque le amarga a él, me quiera transmitir a mí esa amargura? Siempre lo he dicho: no permito que un racista me transmita su problema, es suyo no mío.”
Bamboa bà Essopi es una niña negra nacida en un país Europeo. Sus padres son africanos y emigraron antes de que ella naciera. Desde muy pequeña le han trasmitido la importancia de ser ella misma y creer en ello siempre. De hecho, en uno de sus viajes a su país africano, en un lugar mágico y sagrado para sus padres, le dijeron:
“Bamboa bà Essopi, hija, mira bien estas cataratas. El mar es más grande que ellas: ha invadido el territorio donde ellas vierten sus aguas sin su permiso. Pero ellas están allí tranquilas, riendo. Desafían al mar, porque a pesar de su poder no puede anularlas. Ha invadido su territorio, pero luego se irá, cuando sepa que por mucho que lo intente, nunca conseguirá alcanzarlas, ni anular su personalidad. Lo intentará tantas veces como quiera y pueda, pero el resultado será siempre el mismo. Las cataratas seguirán siendo ellas mismas, conservando toda su personalidad. Así queremos, hija, que seas tú a lo largo de tu vida. ¡Que ni el poder ni el desafío de nadie te haga dudar de lo que eres!”
Se trata de un sencillo cuento con un mensaje didáctico que va dedicado “a todo/as los niños y niñas del mundo que han sufrido o sufren cualquier tipo de menosprecio y discriminación por lo que son…”. Araceli es una de sus compañeras de clase, blanca, y trata siempre de humillarla por el hecho de ser negra. Ha mamado el racismo en su familia y no entiende cómo Bamboa bà Essopi no se ofende ante los comentarios que le hace, lo cual acaba enervándola aún más hasta el punto de caer enferma.
En sus páginas se respira la oralidad africana y uno puede visualizar a la perfección a una abuela o abuelo con los pequeños del pueblo bajo un árbol sagrado narrando esta historia.
Antes de leerlo desconocía a este escritor camerunense, asentado ya en España y también desconocía que se trataba de una cuento y, sin embargo, desde las primeras páginas se puede visualizar perfectamente que hay un narrador detrás contando el cuento mientras niños de todas las edades escuchan atentos.
Seguramente tardéis más en leer esta reseña que en leeros el libro que apenas alcanza las 50 páginas. Sin duda, hubiera preferido escucharla de la voz de un cuentista. Le recomiendo este libro a todos los padres que disfrutan contándole cuentos a sus hijos antes de ir a dormir, que espero sean muchos.

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