KAMKWAMBA, WILLIAM AND MEALER, BRYAN (2009), THE BOY WHO HARNESSED THE WIND
“My fellow
students and I talk about creating a new kind of Africa, a place of leaders
instead of victims, a home of innovation rather than charity. I hope this story
finds its way to our brothers and sisters out there who are trying to elevate
themselves and their communities, but who may feel discouraged by their poor
situation. I want them to know they’re not alone. By working together, we can
help remove this burden of bad luck from their backs, just as I did, and use it
to build a better future.
“Mis compañeros y
yo hablamos de crear una nueva África; un lugar de líderes en vez de víctimas, cuna
de la innovación y no de la caridad. Espero que esta historia se abra camino
entre nuestros hermanos y hermanas que tratan de mejorar sus vidas y la de sus
comunidades, pero que se sienten desanimados ante su situación de pobreza.
Quiero que sepan que no están solos. Trabajando juntos, podemos acabar con la
mala suerte que aún cargáis en la espalda, como yo hice, y usarla para
construir un futuro mejor.” (Traducción Alicia Oliva)
Con esta llamada a la acción, William Kamkwamba (Masitala,
1987) pone punto y final a su primera novela, The boy who harnessed the wind (El
chico que amaestró al viento, en español). Se trata de una
autobiografía llena de fuerza, creatividad e inspiración que escribió con la
ayuda del periodista Bryan Mealer.
William Kamkwamba nació en el pueblo de Masitala, cerca
de Kasungu, una ciudad al norte de Lilongwe, capital de Malawi. Allí vivía con sus
hermanas, su padre y su madre. Su destino parecía estar ya escrito. Nacer en
Malawi te convierte automáticamente en agricultor. Con suerte, además de maíz
para su familia lograría cultivar tabaco que luego vendería para disponer de
algo de dinero, como hacía su padre; pero en el año 2000 una hambruna azotó el
país y cambió por completo el destino de William.
Las lluvias no llegaron hasta finales de diciembre,
un mes más tarde de lo habitual. Entonces, los agricultores se confiaron y se
apresuraron a plantar las semillas pero las lluvias vinieron con tanta fuerza
que inundaron los cultivos y acabaron con todo. William se vio obligado a abandonar
la escuela. Meses antes estaba emocionado porque comenzaba secundaria y todo el
mundo le había dicho que la secundaria era muy diferente y aprendería muchas
más cosas. Aquí en Malawi las clases, sobre todo las de primaria y por supuesto
de escuelas públicas, tienen una media de 150 alumnos por profesor y resulta
imposible motivar un pensamiento crítico en los niños. Las clases se convierten
en mera repetición. Solo hace falta asomarse a una clase para ver como el
profesor dice una palabra y los alumnos la repiten a coro. Esta educación deja
atrás a muchos niños… aunque por lo menos son muchos más los escolarizados cada
año que pasa.
El padre de William se sentía avergonzado de no
poder pagarle la escuela a su hijo pero le prometió que en cuanto la situación
cambiase volvería. William era un chico curioso y con sed de conocimiento. Esto
le llevó a la biblioteca de la escuela del pueblo que tenía algunos libros
donados por el gobierno americano. Ir a la biblioteca se convirtió en su
pasatiempo favorito. Allí no solo aprendía sino que se olvidaba un rato del
hambre. El libro describe la hambruna por la que pasó Malawi, ese sentimiento
de no tener nada que llevarte a la boca y como sus compañeros iban uno a uno
dejando al colegio porque no tenían ni fuerzas para caminar hasta allí. Mucha
gente murió y los que quedaban vivos se las apañaban para sobrevivir. Su madre
y su padre hacían malabares para por lo menos dar de comer a sus hijos una vez
al día.

Además de la apasionante historia de superación, voluntad
y creatividad de William, uno aprende mucho sobre la sociedad malawiana. Para
mí ha sido genial leer desde su punto de vista sobre un Malawi que he tenido la
oportunidad de conocer estos meses. Lo mejor ha sido reconocer muchas de las
cosas que menciona. Habla sobre los azungu (blancos), los Chewa, los Ngoni, los
Gule Wankulu, jumbos (bolsas de plático), los problemas de electricidad del
país, la dictadura de Kamuzu Banda durante más de treinta años…
He disfrutado muchísimo de la lectura por poder
profundizar más en temas que he podido vivir desde mi propia piel como los
cortes de luz. Lo primero que hago al despertarme aquí es ver si hay luz pues en caso afirmativo, significa que hay café calentito. Sino, desayuno frío. Malawi tiene un gran
problema de electricidad. Cada día se va la luz por lo menos una vez durante
unas 5-6 horas. Esto va alternando, a veces es durante el día, otras durante la
noche. Muchas casas en las zonas rurales ni siquiera tienen electricidad por
ello a las 19h todo Malawi está ya dormido como nos cuenta William. Muchos
estudiantes tienen que estudiar con velas para lograr estar al día en la
escuela. Esto sigue siendo uno de los mayores problemas a día de hoy.
William también hace un recorrido por el panorama
político del país. Kamuzu Banda es aún a día de hoy querido por muchos
malawianos y da nombre a calles, edificios y universidades. De nacimiento
Chewa, nació en Kasungu en la parte central del país (de ahí es donde viene la
etnia Chewa). Emigró a Sudáfrica como muchos otros malawianos (aún a día de hoy
muchos lo hacen), allí trabajó en las minas de oro y más tarde consiguió una
beca en la universidad de Indiana y Ténesis donde se diplomó en medicina. Trabajó
como doctor en Inglaterra y regresó a Malawi para liberar a su pueblo de la
colonización inglesa. En 1971, le hicieron Presidente de por vida. Fue un
periodo duro y de gran represión. Las mujeres tenían prohibido lucir pantalones
o vestidos por encima de la rodilla (cosa que aún a día de hoy en las zonas
rurales persiste…). Los hombres no podían llevar el pelo largo. Besarse en
público era impensable (aún hoy no verás a nadie besarse en público, ni
siquiera en la capital). Todo aquel que se opusiera al régimen era torturado,
desaparecía o acababa en la cárcel. Pese a todo esto, mucha gente sigue
recordándole como un gran líder que logró desarrollar el país. Con él las cosas
iban bien, me dicen mucho aquí. Kamuzu fue un cruel dictador para muchas cosas,
privilegió el Chichewa por encima de cualquier lengua; pero respetaba a los
agricultores y les ayudaba. Todos los agricultores tenían fertilizantes a su
disposición, las semillas no eran caras; en fin aseguró que todo ciudadano
tuviera para comer siempre y cuando las lluvias llegaran a tiempo. Muluzi fue
el presidente que en 1994 le sucedió. Era un hombre de negocios y pensaba que
el gobierno no tenía nada que hacer con los fertilizantes y las semillas; el
precio del tabaco cayó y muchos agricultores dejaron de cultivarlo. A día de
hoy, el precio del tabaco fija el precio de la moneda local por ello cuando la
temporada del tabaco acaba, el kwacha fluctúa.
The
boy who harnessed the wind es una novela maravillosa. Entretenida, fácil de
leer e inspiradora, además de acercarte a Malawi para todos aquellos que lo
deseen conocer un poco mejor. Sin duda, creo que es necesario que historias como
esta viajen por el mundo. Tan importante es que traspasen fronteras para así
contribuir al cambio de una narrativa más positiva sobre el continente
africano, como que se escuchen y se lean dentro del propio país, para que los
malawianos se sientan identificados y motivados.
“If you can’t
fly, run; if you can’t run, walk; if you can’t walk, crawl.”
Martin Luther
King Jr.
Desde que llegué a Malawi, hace ya cinco meses,
siempre he ido preguntando a la gente qué autores de aquí me recomendaban.
Recuerdo que las primeras semanas, siempre le hacía esta pregunta a todo el
mundo. Tenía ganas de leer novelas que hablasen de Malawi para aprender más
sobre el país y su gente, y si los escribían malawianos mejor. Nadie me dio ni
un solo nombre. Yo estaba alucinada, ¿cómo es posible que la gente de este
hospital no me haya sabido dar ni un solo nombre? Siempre me decían: "déjame
pensar, mañana te digo algo”. Está claro que en Malawi no existe una cultura
lectora más allá de los periódicos o de los libros de texto. Así que en mi
búsqueda de libros sobre Malawi di con “Malawi, a place apart”, escrito por Asbjorn
Eidhammer, antiguo embajador noruego en Malawi. Está ahora en todas las tiendas
para guiris de Lilongwe. Yo lo encontré en el café más occidental que he visto
en Lilongwe, Lark. Recuerdo que comí una ensalada de quinoa, con queso, lechuga
y semillas varias acompañado de una limonada. En Malawi. No daba crédito. Area 10. Sin duda un Malawi
que desconocía completamente. Salir de mi menú diario de arroz, nsima, beans y soya pieces por un día fue
todo un lujo que saboreé hasta el final.
Lo leí de arriba abajo. Lo que más me gustó no fue
solo ponerme al corriente de la política de Malawi desde su independencia sino
que el libro está repleto de referencias literarias, de cine, música, etc.
Es un lujo. Me pasé toda la lectura subrayando, apuntando; literalmente me
estudié el libro. Una de las referencias era esta novela de William Kamkwamba
sobre la hambruna que vivió el país en el 2000 y como un chaval de catorce años
consiguió convertir el viento en electricidad y cambiar el destino de su
familia y de toda una comunidad.
He compartido esta historia con muchos de los que
trabajo aquí y dos de ellos me han pedido el libro para leerlo y yo feliz de poco a poco generar un cambio.
Me encanta, luchadora!!!
ResponderEliminarMe gusta!! y me alegra que te acerca al conocimiento y forma de ser de unas gentes con las que estas conviviendo y a veces se hacen difícil de comprender.
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