WA THIONG'O, Ngũgĩ (1938), Descolonizar la mente
Las lenguas en las
literaturas africanas: un continuo debate
“¿Qué es literatura africana? ¿Es la literatura que
habla de África o de la experiencia africana? ¿Es la literatura escrita por
africanos?¿Y qué ocurre con un no africano que escribe sobre África? ¿Computa
su obra como literatura africana? Y si un escritor africano decidía situar su
novela en Groenlandia, ¿sería eso literatura africana? ¿O el criterio eran las
lenguas africanas? De acuerdo, y entonces ¿qué pasa con el árabe? ¿Acaso no es
ajeno a África? ¿Y qué pasa con el inglés y el francés, que se han convertido
en lenguas africanas? Si…si…si…esto o lo otro, excepto el problema central: la
dominación de nuestras lenguas y culturas por los imperialistas europeos.”
Así comienza uno de los debates más prolongados de
la literatura africana al que Ngũgĩ wa Thiong’o, eterno aspirante al Premio Nobel, dio voz en su obra Descolonizar la mente. La respuesta a
estas preguntas puede resultar evidente para algunos pero desde luego no es
unánime; de ahí, que más de treinta años después de la publicación de esta obra,
fruto de cuatro conferencias al respecto entre 1981 y 1985, nos sigamos
haciendo las mismas preguntas.
Favorito de muchos y líder en todas las quinielas, Ngũgĩ wa
Thiong’o se queda, un año más, a las puertas del Premio Nobel de Literatura. Esta vez ha sido el escritor británico nacido en Japón, Kazui
Ishiguro, quien le ha arrebatado el premio al escritor keniano que, desde el
2010, es candidato al galardón. Se ha desplomado de nuevo la oportunidad de
premiar a una de las voces más importantes y comprometidas por la conciencia
social, cultural, lingüística, política e histórica del continente africano.
A sus 79 años, sigue luchando por la reconexión con
su entorno inmediato, su cultura y sus raíces. Escribe como motor de cambio,
defendiendo el uso de las lenguas africanas en la producción literaria como
parte de la lucha antiimperialista para así, construir una sociedad saludable.
Para entender su postura, tenemos que tener en
cuenta su historia. Ngũgĩ wa Thiong’o, original de Limiru (Kenia), nació
en 1938. Con 14 años vivió la ocupación colonial, también fue testigo de la
revuelta del Mau Mau por la independencia de su país y en 1960 presenció la
independencia de Kenia. Estos acontecimientos históricos no han marcado solo su
vida sino también se ven reflejados en su literatura y su pensamiento. Por
ello, tras ser arrestado en 1977 como consecuencia del mensaje político de su
obra de teatro I will marry you when I
want, escrita originalmente en gikuyu, su lengua materna, decide abandonar
el inglés, lengua colonial que le había sido impuesta. Durante su condena
escribió su primer libro de ficción en gikuyu. Lo escribió en papel higiénico
en la celda 16 de Kamiti y fue entonces cuando se dio cuenta de lo difícil de
escribir una novela en esa lengua pues carecía de una tradición narrativa
significativa en el ámbito de la ficción. A esto se le sumaban problemas de
ortografía ya que el gikuyu fue fijado por escrito por hablantes no nativos, en
su mayoría por misioneros europeos que buscaban a través de la lengua africana
trasmitir mejor la palabra de Dios. Estos no siempre eran capaces de
identificar la longitud de las vocales y, como en el árabe, la distinción entre
vocales largas y cortas es muy importante. Su público es principalmente lo que
él mismo llama “el campesinado y el proletariado urbano” y fue también una de
las razones que le impulsó a retomar su lengua materna.
Se despidió de la lengua inglesa como vehículo de
sus obras después de 17 años de implicación en lo que el llama la literatura
afroeuropea (afroinglesa en su caso). Literatura de la que hacen parte autores
como Chinua Achebe, Senghor o Chimamanda Ngozi, hoy en día tan en boca de todos.
Situados al otro lado del debate, defienden la intención de usar la lengua que
les fue impuesta pues creen que es capaz de cargar con todo el peso de su
experiencia africana como afirma Achebe. Chimamanda, por otro lado, confirma
que hay ciertas cosas que solo pueden capturar las expresiones en igbo, su
lengua materna; sin embargo considera que tanto el inglés como el igbo forman
parte de ella por igual. No descarta publicar en un futuro algún libro en igbo
pero declara que si lo hiciese sería solo por una cuestión sentimental y por su
vínculo emocional ya que tristemente dice que la realidad es que muchas
personas que hablan igbo no lo leen. No hay una literatura boyante en igbo puesto
que todos los que leen, lo hacen en inglés. ¿Cómo se crea una literatura si no
se escribe? ¿Cómo leer a autores en sus lenguas para reapropiarse de sus
culturas si nadie escribe en esas lenguas? Pienso yo. Para Ngũgĩ, no hacen más que
reforzar la lógica colonial: “¿cuál es la diferencia entre un político que
afirma que África no puede funcionar sin el imperialismo y el escritor que dice
que África no puede prescindir de las lenguas europeas?”
Ngũgĩ argumenta que la imposición del lenguaje del
colonizador supuso aceptar su visión del mundo, robándoles y despreciando su
identidad y su historia. “El control político y económico no puede ser total ni
efectivo sin el dominio de las mentes. Controlar la cultura de un pueblo
es dominar sus herramientas de autodefinición en relación con otros". Si
cualquier lengua posee, como el autor keniano dice, un carácter dual: por una
parte, como medio de comunicación y por otra, como vehículo de la cultura
humana; con la imposición de una lengua ajena y menospreciando su lengua
materna, desvinculas al individuo de su identidad. Es fundamental que desde
edades tempranas exista una harmonía entre lo que los niños viven y cómo
expresan lo que viven.
A diferencia de Chimamanda, Ngũgĩ no ve su
literatura como algo que tenga que ser práctico sino como una denuncia, una
lucha por la identidad y un retorno a su propia visión del mundo. Confía en que
mediante la traducción su mensaje siga llegando: “no obstante, espero que a
través del venerable vehículo de la traducción seré capaz de seguir dialogando
con todo el mundo.”
Es importante que se fomente la escritura en lenguas
africanas como propone Ngũgĩ pero también, escuchando la realidad que nos
cuenta Chimamanda, se debe fomentar por igual la lectura en lenguas africanas. ¿Acaso
sucede esta alfabetización?
Quizás
Chimamanda y otros autores que compartan su mismo argumento, podrían hacer como
el escritor Boubacar Boris Diop, quien persiguiendo la difusión cultural del wolof
acompañó su novela escrita de un audio sincronizado con el texto, contribuyendo
así a la alfabetización de los lectores. En Senegal, cohabitan 21 lenguas
codificadas siendo el wolof la más hablada con un 80% de hablantes sobre la
población total. El francés es la lengua oficial del país, así lo establece su
Constitución del 2001. Esto hace que el francés sea la lengua utilizada por el
Estado. Sin embargo, solo el 37% de la población lo habla según el censo del
año 2013 de la Agencia Nacional de Estadística y Demografía del Ministerio de
Economía senegalés.
Parece
no sorprendernos esta separación que existe entre la lengua en la que los
ciudadanos se relacionan entre sí y aquella que se usa en el ámbito de la
formación, la lengua oficial, la de la administración, la de la producción
cultural e intelectual. La alfabetización de las lenguas a través de su
escritura y su lectura deben ir de la mano. De nada sirve que todos los
escritores africanos comiencen a publicar en sus lenguas maternas si no asistimos
primero a una alfabetización de las competencias lectoras.
El tema de las lenguas africanas parece eterno y
recurrente; mientras tanto, pese a las dificultades, se están llevando a cabo
numerosas iniciativas para recuperar y recrear esa identidad perdida. En este
sentido, en los últimos años han nacido iniciativas como el Mabati-Cornell Kiswahili Prize for
African Literature, un premio que trata de fomentar la literatura en
kiswahili (lengua hablada en el continente por más de 140 millones de personas)
y su traducción entre y hacia lenguas africanas. Los premios literarios sacan a
la luz nuevos talentos, motivan a los autores y demuestran que la lectura es
importante. Premiar obras en lenguas africanas puede ayudar a fomentar su
escritura y sobre todo a posicionar su literatura en la producción cultural del
continente. Anterior al premio Mabati-Cornell, nos encontramos con el Premio
Caine dedicado exclusivamente a la literatura africana publicada en inglés y el
Premio Etisalat, inaugurado un año antes que el Mabati-Cornell, se presenta
como el “primer premio pan-africano del continente”. Sin embargo, este último
solo se centra en los nuevos escritores africanos que publican en inglés. Otro
de los premios más reconocidos es el Premio Jomo Kenyatta; organizado por la
Asociación de Editores de Kenia, busca reconocer obras publicadas en Kenia en
inglés y en kiswahili.
Otra de las iniciativas nace en las escuelas. Muchas
ponen en marcha planes bilingües que combinan las lenguas africanas con la lengua
heredada del colonialismo. Es el caso del programa ELAN (École et langues
nationales en Afrique) implantado en ocho países francófonos del África
subsahariana : Benín, Burkina Faso, Burundi, Camerún, Mali, Níger, República
Democrática del Congo y Senegal. ELAN busca garantizar escuelas bilingües en la
educación primaria y promover las principales lenguas nacionales como vehículo
de cultura y mantener el francés como medio de comunicación internacional. Desde
luego, resulta complicado y más cuando las lenguas que cohabitan en un mismo
territorio son tan numerosas. Además, resulta curioso que programas como este
vengan diseñados de Francia.
El problema de base está en entender las lenguas africanas como lenguas
inferiores. Como dice Ngũgĩ no hay una lengua superior a otra, sino una lengua
dominante y una dominada. Es esta la visión que debe cambiar y comienza
reconectando con las raíces, revalorizando las culturas propias y regenerando
la autoestima (pérdida) de la que habla el autor. Muchos padres de niños acaban
prefiriendo que sus hijos vayan a la escuela en inglés o en francés frente a un
sistema bilingüe por miedo a que sea una educación inferior y que pueda
repercutir en las salidas laborales de sus hijos. No es sencillo, pero tampoco
imposible. Como en muchas cosas, tiene que haber voluntad política. El debate
continúa abierto, pero debe quedar claro que no hay una lengua más lengua que otra.
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