MBOUGAR SARR, Mohamed (2017), Silence du Chœur


La migración es inherente al ser humano. Siempre ha existido y siempre existirá. Más aún en un mundo globalizado como el actual. Un mundo en que todo tiende a circular libremente: el dinero, los bienes, los productos... sin embargo, paradójicamente, la circulación de seres humanos cada vez es más difícil y más cuando se trata de aquellos que vienen del Sur. Un Sur que, por puro desconocimiento, simpleza o egoísmo, parece aterrarnos.

De nada sirve construir muros cada vez más altos o diseñar torpes políticas para frenar este fenómeno. De nada sirve colocar parches, securitizar fronteras, silenciar vidas... En este estatus de ilegalidad, la migración no se frena ni se debilita; nacen mafias, nuevas rutas, se violan los derechos humanos, mueren personas y aumenta el clima de tensión y violencia. ¿No sería más inteligente tratar de analizar la naturaleza de este fenómeno y gestionarlo partiendo de la base de que no es algo puntual? No, no es una crisis, es una realidad, un día a día que ha marcado siempre la historia. El migrante cambia pero el fenómeno siempre ha existido.

Cerca de 200 millones de personas, el 3% de la población mundial, constituyen a día de hoy la población migrante. Son personas que han abandonado su país por múltiples causas, persiguiendo algo tan sencillo como mejores oportunidades de vida. Una vida mejor. 

La migración no es solo un efecto de la globalización también es una de sus causas: cuánto mayor es el nivel de desarrollo, más ambiciona desplazarse. A esta realidad se suma el aumento de la inestabilidad de algunos países de Oriente Medio y las catástrofes medioambientales que están creando un nuevo tipo de migración: la medioambiental. Esta última y más reciente tiene que ver con la explotación de los recursos, las producciones en masa, la industria creada por el ser humano que está llevando al límite al planeta y afectando sobre todo a aquellos que viven de la tierra. Curiosamente los que más han explotado la tierra son los que menos afectados se ven por el cambio climático aunque este no entienda de ricos y pobres.

Desde Europa, retumba el imaginario de invasión: "Vienen a robarnos el dinero y el trabajo de nuestros jóvenes... con el paro que tenemos aquí." Esta es la narrativa que inunda nuestros medios, nuestros días y hasta nuestros pensamientos si no hacemos crítica de la misma. Una narrativa maniquea y simplista que reduce la migración a un fenómeno negativo y de conquista, y rebaja a las personas migrantes a "sin papeles" e "ilegales" sin nombre. Acaban siendo cifras que aparecen en los medios, imágenes de pateras atendidas por la guardia costera o cuerpos tirados en las costas. Pocos son los que miran hacia allí y se preguntan: ¿qué ocurre en sus países? ¿Qué ocurre para que aun conociendo los peligros de la ruta decidan emprender este largo viaje? La visión eurocéntrica permea todo lo que hacemos y nos obliga a centrarnos únicamente en la parte final del viaje del migrante, aquella que se acerca a mí, que me puede llegar a afectar.

En la novela Celles qui attendentFatou Diome abordaba el tema de la migración bajo la mirada de las que aguardan a sus maridos que han emprendido el viaje hacia el paraíso europeo tan soñado. Esta perspectiva menos conocida de la historia nos saca de nuestra mirada eurocéntrica y nos acerca a nuevas inquietudes, razones y sentimientos que quizás muchos de nosotros desconocemos. Esta vez, dejamos de lado esta cara de la migración más africana y volvemos a poner como punto de referencia Europa, más concretamente Italia. 

Mohamed Mbougar Sarr (Dakar, 1990) relata en su segunda novela  Silence du Chœur la llegada de 72 personas africanas a Altino, un pueblo italiano de la costa. No busquéis Altino en los mapas porque no lo encontraréis, Momahed sitúa esta novela contemporánea en un lugar ficticio, un pueblecito siciliano, que podría ser perfectamente real. "Inmigrantes", "refugiados", "migrantes", sea como sea en Altino se les conoce como "ragazzi". A su llegada, la asociación Santa Marta acoge a los ragazzi y se encarga de proporcionarles todo lo que necesitan en un primer lugar: ayuda médica, una casa y comida. La asociación tiene como objetivo ayudar a los inmigrantes a conseguir los papeles. La novela transcurre en este espacio de tiempo desde que llegan hasta que tienen lugar las entrevistas para la obtención de los papeles.

Ya apuntaba alto con su primera novela Terre ceinte en la que abordaba la problemática de los islamistas radicales con la que obtuvo el Premio Ahmadou-Korouma. Parece que a Mbougar le gusta tratar temas actuales y de gran polémica.


Silence du Chœur  lo escribió tras pasar varias semanas en Sicilia observando la llegada de pateras, hablando con la gente del pueblo y preguntando a unos y otros. El narrador se esconde detrás de múltiples personajes que le dan diferentes voces al suceso: para muchos un drama, para otros un éxito. Mohamed  relata el día a día de los habitantes de Altino y cómo la llegada de los ragazzi afecta al pueblo entero.


Este libro es un llamamiento a la humanidad. Mohamed busca a través de esta novela que la gente sea capaz de poner caras detrás de los números y las imágenes que inundan las noticias, en vez de privarles de voz e identidad. Inspirado en la más cruda realidad, Mohamed dibuja vidas que podrían ser reales. El autor nos recuerda que la humanidad no solo es bonita, que también tiene un lado feo y que pese a ello hay que encontrarla de nuevo.


Así, con un cambio constante de narrador, pone sobre la mesa diferentes puntos de vista sobre una misma situación, mostrando no solo el lado de aquellos que acaban de llegar a tierra italiana y el de sus habitantes, sino también las muchas opiniones diversas que pueden tener aquellos que se encuentran en "el mismo bando". No todos pensamos igual. Quizás parezca una obviedad pero muchos caemos en pensar que todos los migrantes son iguales, piensan lo mismo, vienen por lo mismo y actúan de la misma forma.


El escritor senegalés nos invita no tanto a comprender sino por lo menos a escuchar los diferentes puntos de vista. Lo más bonito de esta novela es su riqueza de voces y pensamiento, en la que cada personaje está trabajado y posee una mirada única que nos permite mirar el asunto con mayor profundidad.

Silence du Choeur no es una novela que se lo ponga fácil al lector. Ni le guía ni le pone a favor de unos o en contra de otros sino que consigue despertar en cada lector un espíritu crítico. Creo que no hay nada más bonito que provocar la conciencia del lector.

Muchos somos los que creemos que debe haber un cambio político en el ámbito de migración, que hay políticas que generan violación de derechos humanos y que debemos acabar con ello. El problema es que para introducir cambios en el ámbito político debemos cambiar las narrativas de las que hablábamos al principio, sino poco vamos a cambiar.


En definitiva, todo empieza por dejar de tener una lectura negativa de la migración. Comenzar a verlo como un fenómeno NATURAL en un mundo GLOBALIZADO que protagonizan personas que BUSCAN MEJORAR SU VIDA. Se trata de una OPORTUNIDAD, una POSIBILIDAD DE COMPLEMENTARIEDAD ENTRE ESTADOS. No creo que nadie tenga más derecho que otra persona por nacer en una tierra y una familia X. 


"Deberíamos fomentar que se queden en sus países" estuve pensando durante mucho años, ciega ante la migración como DERECHO. Lo que debemos fomentar no es que se queden en sus países sino que el irse no sea una necesidad sino una ELECCIÓN.


"Aucune mer n'est assez large et assez profonde pour recueillir la détermination et la pulsion de survie de ces hommes. Quoi que nous fassions, ils continueront de venir. Qu'on bâtisse des murs, ils les escaladeront ou les abattront. Qu'on érige des barbelés électrifiés et ils creuseront des tunnels par-dessous ou viendront s'y écraser et griller comme des mouches sur une ampoule, jusqu'à ce que l'ampoule elle-même grille, et qu'ils passent. Qu'on les expulse et ils reviendront. Qu'on les tue et ils ressusciteront ou leurs enfants viendront. Alors, oui, les accueillir est peut-être un enfer collectif, où personne ne comprend personne. Mais ne pas les accueillir est un enfer solitaire, où on ne se parle pas, où l'on n'a donc aucune chance de se comprendre. Entre ces deux enfers, je préfère celui où nous sommes tous ensemble en se parlant, même sans se comprendre. Car c’est l'enfer qui offre plus d'espoir. L'espoir qu'un jour une nouvelle langue commune naisse." 

 "Ningún mar es lo suficientemente grande y profundo como para reunir la determinación y el instinto de supervivencia de estos hombres. Hagamos lo que hagamos, seguirán viniendo. Construye muros, que los escalarán o derribarán. Instala alambradas electrificadas, que cavarán un túnel o se acercarán a la valla y acabarán chamuscados como las moscas en las bombillas, hasta que la bombilla misma se queme y ellos pasen. Expúlsales que volverán. Mátales que resucitarán o vendrán sus hijos. Entonces sí, acogerles puede ser un infierno colectivo donde nadie entiende a nadie. Pero no acogerles es un infierno solitario donde nadie se habla, donde por lo tanto nadie tiene la oportunidad de comprenderse. Entre estos dos infiernos, prefiero aquel donde estamos todos juntos hablándonos, aún sin comprendernos. Pues es el infierno que ofrece más esperanza. La esperanza de que un nuevo idioma común nazca." (traducción Alicia Oliva)







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